Donde revolotean, porque la esencia es otra.

Lo más probable es que todo lo que se encuentre aquí sea producto de lo cotidiano, trivial y sin fundamentos. Por lo cual, cualquier intento que quede aquí plasmado, no debe ser necesariamente juzgado. Así mismo, si lo leído le causa algún sentimiento o produce un cambio en su discernimiento, será completamente de su responsabilidad.
¡ah! Y nunca, nunca, pero nunca lo escrito tendrá relación íntima con el autor.
Gracias por posar un momento los ojos.

sábado, 9 de enero de 2010

diccionario atesorado.

Estar en momentos como este es... cómo decirlo... frustrante. Es algo parecido a cuando desconozco el significado de una palabra y mi útil diccionario se encuentra bajo otros libros -lo que no es gran cosa- y estos libros sostienen a duras penas otras cosas; en el costado de esta gran montaña malabarista hay objetos como una torre de casetes, un estuche, un bolso y juguetes frágiles varios. Es desesperante. ¿qué hacer? Ni idea... desearía que alguien me diera la respuesta exacta en el momento preciso... pero no. Pasa que me quedo mirándolo, como si al verlo detenidamente sus letras e información trapasarán por alguna razón ilógica a mi cerebro o por último a mi consciente por unos segundos -tiempo poco y necesario para seguir en mi lectura -, y no sucede nada... no avanzo, no hay evolución. Sigo en mi asiento, mi posición es la misma y mi incertidumbre y desesperanza también.
Sé que tengo dos opciones: o rescatar el diccionario de tal prisión y beneficiarme o quedarme con la duda y hacer como si tal duda no existiese -¿fácil?-.
Y mientras me doy vueltas entre estas opciones, olvido una tercera: arrancarlo de su estado sin importarme el caos final con toda la ruidosa avalancha.

Pero para qué tanta alharaca, de todos modos, la realidad se trata de otra cosa -¡menos mal!-.

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